Quiero cantar ¿Por dónde empiezo?

La pregunta del millón.

¿Qué canto?

Cuando llegué a mi primer clase de canto el procedimiento fue sencillo. Fue como un «check-up» preguntas de rutina:

  1. ¿Qué haces aquí?
  2. ¿Qué te gustaría aprender?
  3. ¿Has tomado clases de canto antes?
  4. ¿Conoces términos como: rango vocal, voz de pecho, voz de cabeza, voz mixta?
  5. ¿Cuál podrías decirme que es tu mayor problema al cantar?
  6. ¿Qué te gusta cantar?
  7. ¿QUÉ VAS A CANTAR HOY?

Pasa muy seguido que por mi puerta entran alumnos con muchas ganas de aprender pero en cuanto les digo ¿qué quieren cantar? el rostro cambia de la vergüenza al pánico. Claro, procuro dar los suficientes ánimos (como ya lo habrán notado en clase) y decirles que está bien, que pueden cantar lo que gusten, que es SU CLASE y que me encantaría verlos y escucharlos cantar algo que fuera enteramente de su agrado a lo cual normalmente la respuesta es: «no sé» «dime tú».

PARÉNTESIS

Cuando inicié en mis clases de piano, íbamos conforme la guía de un libro que mi maestro cuidadosamente había seleccionado para mi. Primer reto: tocar las «martinillo». Entiendo, melodía simple, con un acompañamiento lejos de complejo. Algo nivel «bebé».

He analizado muchas veces este punto y a veces regreso al mismo lugar pensando «no estoy segura si hay canción: nivel bebé». Y es más ¿por qué iniciar con nivel bebé si ya sabes hablar y cantar?

Permítanme elaborar aun más (que estoy algo inspirada mientras como nieve de chocolate directamente del botecito -no shame. Creo que cuando llegas a tu primer clase de canto es responsabilidad de nosotros como maestros identificar tus áreas de oportunidad, el estado en que se encuentra tu voz y definir un curso de acción a tomar. De ahí que yo siempre digo en clase que no existe un hilo negro al momento de enseñar, pero que es muy improbable que dos personas tengan los mismos ejercicios, objetivos, estructura. Las clases creo deben ser personalizadas y ojo maestros: nosotros debemos ser muy atentos al escuchar lo que busca nuestro alumno y por lo tanto ser esa guía.

Volviendo al tema y siguiendo con ésta barbaridad de que tu puedes iniciar con cualquier canción: lo sostengo. Ahora que el avance que vayas teniendo dependerá de tus habilidades físicas, mentales y también del trabajo junto con tu maestro.

¿Qué te recomiendo para no llegar en blanco a tu clase?

  1. Escucha muchísima música. De todo tipo, de lo que te guste: vocalistas hombres, mujeres. Diferentes géneros.
  2. Haz una playlist en plataformas de reproducción en streaming. Yo hago esto con mis alumnos. Hacemos una playlist compartida, de forma que van agregando canciones que les gustaría (les digo, piensa en corto, mediano y largo plazo) ¿cómo te gustaría sonar? ¿qué te gustaría lograr? Se vale soñar. Ya de por sí, esta clase será lo más divertida, imaginativa e intangible, por qué no sería válido que yo te permitiera agregar canciones que ni tu ni yo sabemos si podrás interpretar. Sólo si te arriesgas 😉
  3. Haz tu book. Tu libro de partituras. Vaya como le quieras llamar. Ya he hablado de esto antes, es la forma más responsable, la más adecuada y la mejor de tener un control de lo que vas preparando. Es tu carta de presentación en audiciones de musicales o si ya eres súper tech pues entonces en tu ipad, donde podrás llegar a hacer una audición a un grupo versátil y tener unas cuántas canciones a la mano.
  4. ¡Aprovecha tu clase! Hace un momento le explicaba a una nueva alumna cómo sería su estructura de clase y lo que yo recomendaba. Crear una especie de rutina. Sin embargo para que funcione también tienes que estar en el mismo canal. Aprovéchalo, es tu momento y si un día quieres entrar por mi puerta (por favor con aviso previo) y solo cantar, hazlo. Si quieres vocalizar, hazlo. Tú tienes el poder de decisión (claro, tendré que intervenir de vez en cuando) pero es válido lo que tu buscas 🙂

Ok. Después de esto ¿aun no sabes que cantar? piensa que necesitas una canción para tooooodo en esta vida de audiciones (piénsate ya en el escenario). Recuerda que las audiciones se preparan cuando no hay audiciones. No lo pienses demasiado y comienza por una canción que te sea familiar, cómoda inclusive. Es importante reconocer que estás desarrollando una habilidad y que no hay vergüenza alguna en iniciar con una canción que ya esté demasiado escuchada, «básica» inclusive. Me choooca esa idea. Tú puedes cantar lo que tu quieras, tú puedes hacerlo sonar totalmente diferente con tu personalidad, con tu voz, con tu fuerza. Así que ¡inténtalo!

El alumno, el espejo y la vocalización.

Vocalización: Ejercicio de canto que consiste en realizar una escala de notas empleando una sola vocal o sílaba. «la vocalización permite controlar la regularidad y la calidad en la emisión del sonido»

 Pensemos en un día de entrenamiento en el gimnasio. Cada persona asiste para atender una necesidad específica: están los que quieren ganar masa muscular, perder peso, tonificar, fortalecerse como actividad secundaria a una disciplina. Para esto, es importante entender nuestro cuerpo, respetarlo y saber cómo podría sacarle mayor provecho.
Lo mismo con tus clases de canto.
Tus clases de canto no solo son un espacio donde puedas expresarte y cantar a todo pulmón tu repertorio favorito. Es tu área de trabajo y fortalecimiento. Literal, tu coach o tu maestro te dará ciertas rutinas, que deberás ejecutar en cada sesión con un objetivo. ¿Cuál te preguntarás? podrá ser para tu afinación, agilidad, colocación, potencia, reconocimiento de tus resonadores (o todas las anteriores). Y aunque es muy importante que tu maestro pueda proveerte de una buena guía, es igualmente valioso tu concentración en este proceso.
SI, leíste bien. Tu completa atención a lo que sucede durante tu sesión. ¿por qué? porque cantar es hacer consciente lo inconsciente.
Ahora, elaboraré un poco más mi análisis. Ya te había contado mi razón de tomar clases de canto, poder hacer con mi voz lo que yo quisiera (que ambiciosa). Así que mis días de clase consistían en lo siguiente: recuerdo llegar a una pequeña escuela, cerca de la zona de centrito valle, abrir una pesada puerta y subir unas escaleras cuyo piso estaba tapizado por una alfombra roja, llegar al segundo piso y entrar a un salón en donde encontraría un espejo sencillo de cuerpo completo, un banquito, el escritorio, mi maestro y su piano. A diferencia de lo que pudieras pensar, llegar a mi clase me provocaba un poquito de nervios. Sentía que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Al llegar, saludaba a mi maestro, entablábamos una pequeña charla para ir rompiendo cada vez más el hielo y después de las formalidades, mi maestro comenzaba a darme algunas instrucciones de ejercicios de vocalización. Y ahí estaba yo, sentada, tratando de replicar los sonidos que mi maestro emitía, preguntándome si me veía curiosa, preguntándome si estaba sonando tan mal como pensaba en mi cabeza (y en mis oídos) si acaso estaba haciendo caras raras o si inclusive mi nariz se veía mucho más grande de lo normal. Me preocupaba por todo, menos lo importante: lo que estaba sucediendo con mi voz y mi cuerpo en ese momento. Y claro, es entendible. Yo siempre he pensado que una clase de canto nunca es igual para nadie. Es que dentro del desarrollo de la técnica, realizamos una búsqueda experimental y subjetiva dependiendo de cómo vaya sensibilizándose cada persona.
En ocasiones, cuando no lo pensaba mucho y solo cantaba, notaba que mi maestro sonreía y me decía: “¡Perfecto! vamos a repetir ese lugar que acabas de encontrar. ¿Lo sentiste?” y en lugar de pensar en la retroalimentación positiva, pensaba en ¿De qué está hablándome? ¿Lugar? no puedo ver. No puedo ver mis cuerdas, no puedo ver nada de lo que estás hablándome. Solo puedo ver mi boca hacer los gestos más extraños, notar las mil caras que hago para poder hacer sonar una vocal “decente” a los ojos de mi maestro. Pensaba “No, no puedo repetirlo, o vaya puedo intentarlo pero no sé como vaya a salir” (aquí entraría mi frase favorita de Yoda: Do or do not. There’s no try). La verdad, es que en retrospectiva estaba haciendo el mínimo esfuerzo por involucrarme en mi clase (algo como cuando Andy Sachs hace el drama laboral de su vida porque Miranda Priestly no la quiere, y Nigel la hace ver que no estaba en realidad esforzándose por involucrarse correctamente en su trabajo al ser criticona y sintiéndose intelectualmente superior a la vida superficial de aquellos involucrados en la moda y demás aspectos que no analizaré ahora, pero que probablemente vea en estos días la película, porque es de mis favoritas).
Volviendo a mi historia, durante los 40 min que estaba ahí, admito que dejaba toda la responsabilidad a mi maestro y me conformaba con los últimos 10 min en los que podía cantar lo que yo quería (y luego todavía me preguntaba por qué no avanzaba o por qué no me salían algunas canciones). Hasta que un día, por fin el destino buscó que aprendiera mi lección: oficialmente recibí mi primera llamada de atención por mi falta de interés en clase. Sucedió algo así: misma rutina: saludo, plática amena, pasamos a los ejercicios, insistentemente se me invita a pararme frente al espejo para revisar la apertura de mi boca y mis vocales, específicamente la “o”. Ah la “o”, mi vocal que me dió tanta lata, que era enrollada, hacia atrás y algo engolada. Se me había pedido que acomodara mi “o” de forma adecuada a lo cual, dije que no necesitaba el espejo porque “QUE VERGÜENZA, tengo 22 años y claro que puedo hacer una vocal que aprendí en el kinder”; que no pueda controlar mi propio cuerpo sin ver, así que decidí hacerlo “bien”, hasta que el piano se detiene, el maestro eleva la mirada y me dice muy serio “No, ya te había corregido muchas veces y sigues sin hacerlo”. Admito que me congelé un poco. Tenía razón, no había estado esforzándome por pensar en la incomodidad del espejo, en la incomodidad de mi sonido, pensando en lo que “debería de ser” y de lo que actualmente no era y en consecuencia en lo que no se iba a convertir. Demasiados fantasmas en mi cabeza que no dejaban ponerme a trabajar.
Flashback, estoy frente al espejo, puedo notar el suéter verde esmeralda 3/4 (favorito de momento), bufanda de colores (recuerdo de mi intercambio en Francia) y que estaba usando lipstick (nunca lo hacía, gracias Tracy). Abrir los ojos un poco más y darme cuenta que lejos de cómo me veía, como en los Thundercats, no estaba viendo más allá de lo evidente, notaba lo superficial y no el verdadero trabajo que quería lograr. Estaba distraída por mis miedos e inseguridades, y aunque si, estoy frente a alguien que está guiándome, yo tengo que ayudarme al caminar. Pensaba, había llegado a ese lugar porque quería cambiar, quería aprender. Quería hacer algo diferente o podía dejarlo así, en la comodidad o realmente enfrentar lo que veía en el espejo, trabajarlo y ver que hacia dónde podría llevarme. Así que después de unas incómodas y graciosas sesiones frente al espejo, ahora la “o” es de mis vocales favoritas para vocalizar.
Ok, de regreso a clase; y eso, ¿para qué me sirve? Para desarrollar tu técnica. Para mi, la técnica es saber qué me sucede, poder tener la “libertad” de tomar decisiones vocales adecuadas y en consecuencia tener un control de mi instrumento. Traducción: hacer lo que tu quieras con tu voz (¡Tarán! mi objetivo principal desde un inicio)
¿Sé puede? La respuesta es: SÍ. Pero, dependerá de tu responsabilidad como alumno. He escuchado muchísimas quejas acerca de maestros que no “son buenos”. Y aunque puede ser muy cierto, creo que es muy importante que como alumnos, seamos conscientes de nuestra responsabilidad en el proceso, de incluirnos, preguntar, investigar, trabajar y de aprender a enfrentar algunos fantasmas puedan interponerse en nuestro camino.
Así que la próxima vez que estés en clase, decide si quieres solo vocalizar, cantar los últimos 10 min o trabajar áreas específicas. Deja que tu maestro te guíe, pero ve con ánimos de aportar y aprender.
¿Qué hice yo? Me cambié de carrera a medicina y tomé clases de anatomía (NOT). Pero sí investigué muchísimo de cómo es que funciona nuestro cuerpo y déjame decirte que es bastante sorprendente y muy bonito. Por ejemplo, aquí te dejo un video bien padre de cómo es la laringe y su rol (está en francés, así que doble aprendizaje para ti):
Por acá otro más a detalle de nuestras cuerdas vocales y conocer algunas en acción:
No le tengas miedo al espejo, es decir, no tengas miedo de ti. Te vas a sorprender bastante de aprender qué puedes lograr.
Nos vemos en clase.

¿Por qué empezar a tomar clases de canto?

¿Por qué empezar a tomar clases de canto? Bueno, en mi caso porque en una ocasión no obtuve un resultado favorable en una de mis audiciones para un concierto de la universidad (ósea, no quedé. Lo sé, shock y drama), pero en lugar de permanecer en el por qué, decidí buscar un cómo. Hablé con un amigo, que orgullosamente me compartió que tenía ya tiempo tomando clases de canto y estaba feliz de desarrollar su técnica vocal. Sonaba a algo que me gustaría tener, así que decidí ir.
En el momento en que mi maestro me abrió la puerta, me senté con algo de pena (osea mucha) en un banquito, frente al piano y en consecuencia frente a él. Me hizo algunas preguntas, que la verdad me sorprendieron: ¿por qué estaba ahí? ¿qué quería lograr? ¿si había tomado clases de canto anteriormente? ¿qué me gustaba cantar? y ¿si sabía cómo funcionaba mi voz? y cómo a tí te ha pasado, en algunas no supe qué contestar. Aquí haré una pausa: Cuando aprendes algo es importante entender qué es y cómo es que funciona. Tu voz, eres tú. Cargas con tu instrumento 24/7, y dependes del estado de ánimo, rutina, hábitos y cuidados para desarrollarlo al máximo; por lo tanto, mi primera recomendación es: atrévete a conocerte.
Me encanta compartir esta reflexión en clase: supongamos que recibes una llamada de una persona muy cercana a ti, inmediatamente reconoces si está triste, feliz, angustiado, etc. Esto porque has pasado el suficiente tiempo con esa persona para conocer sus matices de alegría o pesar, de susurros y hasta regaños. Conoces su voz y su capacidad. Te has vuelto en un maestro en descifrar crípticos mensajes con sólo escuchar. Bueno, eso es lo que hace tu maestro de canto.
Tu maestro irá poco a poco detectando las capacidades de tu voz, los momentos de estrés, de nerviosismo, de trabajo intenso, de libertad y sobretodo retroalimentar tu proceso de aprendizaje, ofreciéndote alternativas para aprovechar al máximo tu instrumento y brindarte de esa famosa técnica, así que no te preocupes. No te sientas tan agobiando por lo que dirá, piensa que está ahí para ayudarte y escuchar.
Claro que, como hablaba en mi post anterior, el hecho de hacer una actividad por repetición desarrollará algo positivo, pero es vital recibir una retroalimentación en el sonido que busques desarrollar. Todo se vale, mientras sea saludable y no comprometa tu arte. A lo cual va mi siguiente consejo, aquí hay algo clave respecto de encontrar al maestro ideal para ti que respete tu identidad, en quien quieras convertirte y te ayude en el proceso.
Siguiendo con la historia, el siguiente semestre decidí intentarlo de nuevo, preparé nerviosamente mi material y audicioné para el siguiente concierto. Esta ocasión logré entrar al proyecto como ensamble y en una oportunidad escalé como solista (ya te contaré esa historia luego). Lo importante aquí fue que, me di la oportunidad de trabajar mi voz y desde entonces, decidí no detenerme. Llevo casi 8 años de trabajar mi técnica, estudiar mi voz y mis capacidades. Si te lo preguntas, sigo yendo a sesiones de coaching, sigo preparando material para conciertos u audiciones (también sigo poniéndome nerviosa) y sigo conociendo increíbles maestros. Todo por darme la oportunidad de conocer mi técnica vocal. Espero tu también te atrevas a dártela.
Entonces ¿por qué empezar a tomar clases de canto? Te dejo esta pequeña reflexión que nos comparte la increíble Joyce Didonato: “No busques recrear lo que funcionó, analiza el proceso por el que pasaste para crear ese resultado, si vas directamente al resultado no funcionará, podría ser pero sería suerte no técnica. Es el proceso lo que importa”.
¡Nos vemos en clase!
Scroll Up